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Ser productivo da vértigo

No digo que yo sea hiper-productivo. Pero sí que, en algún momento, me he acercado al precipicio de la productividad, y he mirado para abajo. Y da vértigo.

Hablo de la productividad bien entendida. Es decir, no de la productividad que consiste en «hacer muchas cosas como pollo sin cabeza», de tachar to-dos (o «quehaceres», como lo escuché no hace mucho) como si no hubiera mañana, si no de la productividad que viene después de reflexionar sobre «qué proyectos son importantes para mí» y sobre «qué tareas son realmente importantes para ese proyecto». De la productividad que se esconde tras el dicho «nada hay más improductivo que hacer de forma eficiente lo que no merece la pena ser hecho». De la productividad que David Allen sitúa «a 40.000-50.000 pies de altura» en su método GTD.

Y da vértigo porque, para empezar, mirar tu propia vida y tu actividad desde esa altura te obliga a plantearte preguntas muy serias, muy profundas. Preguntas que no estamos acostumbrados a hacernos, preguntas que desde luego no tienen una respuesta fácil. Preguntas que tienen, en definitiva, el potencial de hacernos cambiar de arriba abajo nuestra vida. Y eso da miedo, y como resultado muchas personas prefieren simplemente no hacerse esas preguntas y regresar a su nivel de seguridad, al de las listas de «to-dos» controlables, «tachables», en permanente crecimiento.

Pero incluso si desafiamos ese primer vértigo, después hay más. Porque cuando uno reflexiona sobre los proyectos y tareas importantes, aquellos proyectos que realmente merecen la pena y aquellas tareas que realmente hacen que esos proyectos avancen de forma significativa, se da cuenta de que normalmente son… difíciles. Y no tanto por complejidad «técnica», sino porque nos obligan a salir de nuestra zona de confort, a exponernos, a arriesgarnos… y por lo tanto son enormemente incómodas de acometer. Y entonces preferimos demorarlas en el tiempo, meter entre medias muchas tareas intrascendentes pero más cómodas de abordar, que nosotros mismos nos encargamos de racionalizar. Tenemos «mucho lío», y así no tenemos que enfrentarnos al vértigo de las tareas relevantes pero incómodas.

Y aun hay más. Porque si realmente definimos las Tareas Más Importantes que vamos a acometer cada día, y nos ponemos a ello con el foco adecuado, superando el miedo que nos provocan… comprobamos que somos capaces de resolverlas en poco tiempo. Lo cual nos enfrenta a otro vértigo: ¿qué hago con el resto del día? Todos decimos que «tenemos mucho que hacer», que «si tuviera más tiempo»… pero cuando luego te enfrentas a esa disponibilidad de tiempo (que se lo digan a muchos jubilados; o a cualquiera muchos domingos por la tarde) te bloqueas, te ves sobrepasado. Y ante esa visión, mucha gente prefiere no ser tan productivo; así, evitas la pregunta.

Hay veces que uno oye hablar de productividad como si fueran meras técnicas para «hacer cosas rápido». Y no es eso; al menos, no sólo eso. En el fondo la productividad bien entendida sirve, sobre todo, para enfrentarnos con nosotros mismos.
Seguramente son difíciles de hacer (y no tanto por complejidad «técnica», sino porque nos obligan a salir de nuestra zona de confort y por lo tanto son enormemente incómodas de acometer)

8 comentarios en “Ser productivo da vértigo”

  1. Justo el otro día publiqué algo en esta línea. Comentaba que, con mucho, el paso más complicado de nuestras vidas es tratar de identificar cómo queremos o cómo nos gustaría que sean. Sobre todo, porque nos pueden llevar a caminos que no nos gustaría recorrer.

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  2. Muy inmerso dentro de google, he encontrado este post ya que estaba buscando cosas sobre productividad y dejame decirte que yo también me he sentido así y deja mucho que pensar.
    Sobre todo por la noche cuando vas a dormir decir y que hago ahora y dar muchas vueltas a la cabeza y pensar en algún nuevo reto para poder mantener el ritmo que llevas.
    Un Saludo.

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  3. Tienes más razón que un santo, tanta que no debería estar leyendo este post, ni mucho menos respondiendo.
    En mi situación resulta muy difícil identificar cuáles son esas tareas productivas aunque inconfortables y a veces las cómodas, las que me gustan, a la larga se han revelado más productivas que las otras (pej. hacer algo creativo en FB vs hacer una llamada comercial).
    En cualqueir caso tomo nota de tu reflexión.
    Slds

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  4. Qué perla, me ha encantado la reflexión!
    Ciertamente, muchas veces vivimos en un teatro donde nuestro papel está muy marcado, a veces incluso predestinado: despierta a los niños, corre al colegio, corre al trabajo, corre a contestar este mail… y en vez de tanto correr, quizá lo que nos haga falta es bajar del escenario y ver la escena desde la butaca. Es ahí desde donde se entiende «la trama», y los matices de los personajes.
    Y como bien dices, no lo hacemos, por el vértigo que nos da descubrir algo incómodo, y por el esfuerzo añadido que supone.
    Quizá esta sociedad no nos ha educado a ser libres «de verdad», en el sentido auténtico de la palabra, y sí nos ha adiestrado a modo de máquinas de producción, con ciertos momentos de relax que cargan pilas ¡para seguir produciendo!
    Es mucho más sencillo vivir dentro del papel y no preguntar(se) demasiado.
    Más sencillo, sí, pero… ¿merece la pena? Grandes preguntas de la vida!!

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