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El efecto retiro espiritual (no funciona)

Primera mitad de la década de los 90. Al grupo de catequesis de confirmación nos llevaron a pasar un par de noches a una casa de retiro en Cercedilla. Allí, mezcla de actividades de compadreo y de introspección. Mucha introspección. Reflexionar sobre muchas cosas, dar muchas vueltas a la cabeza, y en algún momento la sensación de «ver claro», de hallar una serie de respuestas o, cuanto menos, de dirección por la que seguir. Luego cogimos el tren de vuelta, volvimos a casa, al colegio, al día a día. Y aquella claridad se quedó allí, en la sierra madrileña.
Pero no hace falta que sea un «retiro espiritual». Puede ser la lectura de un libro, o una charla profunda con un amigo. Puede ser una situación de pérdida, o una enfermedad, o unos días de relax en un paraje alejado del mundanal ruido. O una charla de TED, o un curso de formación. El caso es que hay momentos en los que nos ponemos profundos y en los que, de alguna manera, alcanzamos algún tipo de epifanía, de revelación. Vemos con total claridad lo que queremos, quiénes somos, nuestras aspiraciones en la vida. Sentimos dentro de nosotros una fuerza transformadora, «ahora sí que sí».
Y entonces volvemos de nuestro retiro, real o metafórico. Volvemos a nuestros trabajos, a nuestras casas, a nuestras familias. Nuestras rutinas, nuestras obligaciones, nuestro entorno. La vida normal. Y sin apenas darnos cuenta esa claridad se pierde. Esa fuerza transformadora se diluye. Caemos atrapados en el marasmo del día a día, y todo aquello que dijimos que íbamos a cambiar sigue siendo lo mismo.
No, los retiros espirituales no funcionan. O mejor dicho, sí funcionan pero lo hacen como una cerilla, que prende con fuerza pero en unos segundos se apaga. Si no hacemos algo rápidamente con esa llama, enseguida volvemos a la oscuridad. Si queremos darle continuidad a esa fuerza transformadora, a esa «visión», debemos realizar cambios inmediatos en nuestra vida. No mañana, ni el mes que viene: ya. Porque la rutina, los hábitos, el contexto, el entorno, la fuerza de la costumbre… tienen un tremendo poder sobre nuestro comportamiento. Si no somos capaces de modificarlos, no cambiaremos nada.
Hace poco reflexionaba Amalio Rey sobre el limitado rol de la fuerza de voluntad, y decía que «centrar toda la atención en una lectura simplista de la “fuerza de voluntad” puede tener el efecto pernicioso de distraernos de otras estrategias más complejas y efectivas basadas en el rediseño de contextos (por ejemplo, socio-políticos) o formas personales de autocontrol más significativas y menos fustigadoras.» Algo parecido pasa con las epifanías, y más si éstas se producen en un entorno ajeno a nuestro día a día. Tendemos a creer que sí, que lo tenemos tan claro, que es tan poderosa esa sensación, que basta por sí misma para que cambiemos. Pero o le damos curso de inmediato, tomando decisiones y cambiando cosas concretas, o mañana todo aquello nos parecerá poco más que un lindo sueño.

2 comentarios en “El efecto retiro espiritual (no funciona)”

  1. Bueno, Raul, pero entonces el título puede parecer exagerado, porque funciona o no funciona según qué hagamos con él, que sería la afirmación correcta. O sea, el «retiro» será efectivo si después de terminarlo tomamos decisiones, rediseñamos contextos, etc… ¿pero hay algo en la vida que no sea así? Cualquier episodio será inutil si después no tiene continuidad. Cuento todo esto porque yo hago un tipo concreto de «retiro» que lo llamo «migraciones creativas». Intento hacer al menos una al año, y me funcionan en la mayoría de las veces. Me piero una semana a un sitio que me ayude a pensar (y tomar decisiones). De esos «retiros» han salido los giros más sensatos que he dado a mi itinerario profesional (he «pivoteado», dirían ahora) así que, francamente, creo en ellos… bien gestionados. Por cierto, algunos han sido más «espirituales» que otros, incluso cuando no me los he propuesto así 🙂

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  2. De acuerdo en lo que dices, Amalio. He cargado un poco las tintas en el título, quizás porque quería reflejar eso: que el retiro por sí mismo no vale para nada (aunque en el momento pensemos que sí, porque es tal la sensación de claridad y de energía), y que si queremos que sus efectos se hagan tangibles hay que «cambiar cosas de forma efectiva» (y no quedarse con el efecto adormecedor de la revelación).

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