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La estrategia en la pared

Una de mis batallas (spoiler: perdí) en un cliente tenía que ver con la dispersión. Los temas que eran importantes un día desaparecían de la agenda en cuestión de semanas o días, sustituidos por otros «temas importantes» cuando no por un «variadito» de asuntos menores y anecdóticos. Las reuniones de comité empezaban con un «A ver, temas», y allí se iban despachando las cosas según cada uno iba poniendo encima de la mesa; sin agenda previa, sin orden ni concierto. Con esos mimbres, las reuniones solían derivar en discusiones bizantinas sobre cualquier cosa, cuando no en una ronda de chascarrillos, hasta que alguien decía «bueno, pues yo me tengo que ir» y levantábamos el campamento. Recuerdo que un día que no tenía yo el horno para bollos dije «bueno, ¿y si nos centramos un poco en resolver cosas, y luego si queréis echar unas risas nos vamos a tomar algo por ahí?». Me miraron como a un bicho raro, «hombre, es el rato que tenemos para poner cosas en común, no hay que ponerse tan serio».
Obviamente esta dispersión se trasladaba más allá de las reuniones; las prioridades, la asignación de atención y de recursos, las decisiones cambiantes y contradictorias, los discursos inconsistentes
Yo les decía: «tenemos que tener claro lo que queremos de aquí a un año, las cuatro o cinco líneas de acción principales que nos sirvan de marco de referencia. Eso deberíamos ser capaces de pintarlo en un cartel, y colgarlo en la pared de este despacho, y en toda la oficina, para que todo el mundo lo tenga siempre presente. Cuando hagamos una reunión, deberíamos repasar las líneas de acción y ver qué estamos haciendo respecto a cada una de ellas. Si no estamos haciendo lo suficiente, debemos ponernos las pilas. Y las cosas que no encajen con lo que tenemos pintado… se quedan las últimas, o directamente se dejan para más adelante, pero no podemos darles protagonismo en detrimento de las principales».
De hecho, al principal directivo le decía: «tu labor básicamente debería ser esa; hacer que definamos entre todos cuál es esa hoja de ruta, y velar para que no nos salgamos del camino, coordinarnos a todos para que focalicemos y coordinemos nuestros esfuerzos para seguirlo». Me miraba como si me entendiera, pero luego a la hora de la verdad…
Mi idea del «mapa estratégico» nunca llegó a realizarse. Ni siquiera hubo un amago. Hubiese requerido esfuerzo y tiempo para pensar (el «dónde quiero ir» vs «donde me lleven las circunstancias»), hubiese sido visto como una restricción (la excusa de «la flexibilidad» es el escondite de los dispersos), hubiese obligado a decir que «no» a algunas cosas y a defender una visión, y hubiese exigido ser coherentes y consistentes a lo largo de las semanas y los meses. Demasiado pedir.
Pd: Estoy mirando las paredes a mi alrededor. Resulta que tampoco veo ningún cartel…

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