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Estrategia portfolio, o socializar el riesgo

En la empresa de restauración en la que estuve trabajando los últimos años había un comité llamado de «underperforming». Consistía en reuniones periódicas centradas en analizar el comportamiento de los restaurantes que peor estaban funcionando. Porque claro, cuando tienes más de cien restaurantes hay algunos que funcionan por encima de las expectativas, otros más o menos en línea, y otros por debajo. La idea del comité de «underperforming» era que prestando la atención adecuada a este «pelotón de los torpes» podían identificarse las causas, corregirlas, y así conseguir mejorar su rendimiento.
Como no era parte de mi negociado, no sé exactamente si ese comité servía para algo más allá de para «señalar». La sensación es que a lo largo del tiempo los restaurantes que sonaban por estar «a la cola» siempre eran los mismos, y que ninguno de los planes que se ponían en marcha realmente conseguían cambiar su rumbo. Ahora llevo a un gerente más experimentado, ahora cambio el equipo de mandos intermedios, ahora les llevo a un curso… mientras tanto, por contraste, otros restaurantes parecía que «iban solos».
¿Es porque en unos la gestión era mejor que en los otros? Yo tiendo a pensar que, si bien la gestión correcta es un factor relevante, en muchas ocasiones el devenir de un negocio depende de elementos no gestionables. Que hay cosas (desde la competencia, la localización, el perfil demográfico, el timing…) que marcan el rumbo con mucha más fuerza que la voluntad del gestor. En definitiva, que una buena gestión es necesaria (y ni siquiera siempre), pero no suficiente.
La cuestión es que cuando tienes cien restaurantes el problema no es tan grave. Los que funcionan mejor pueden financiar a los que funcionan peor, y te da margen para actuar. Ahora bien, como sólo tengas uno, estás poniéndote en manos del destino. Si resulta que «sale bueno», fenomenal. Pero como «salga malo», poco o nada de lo que hagas te va a salvar.
Por eso es interesante distribuir el riesgo, desarrollar una «estrategia portfolio» o, como se ha dicho toda la vida, «no poner todos los huevos en la misma cesta». Es algo que saben bien los «business angels» (que reconocen abiertamente que tratan de invertir en 20 negocios prometedores con la esperanza de tener éxito en uno de ellos que justifique las pérdidas seguras de los otros 19), o cualquier inversor prudente en general (siempre te recomendarán invertir en un índice que en un valor concreto, y si puede ser un «fondo de índices» mejor que en un índice concreto). Es algo que también sabe la naturaleza, y por eso hay especies con un índice de reproducción muy elevado… porque saben que la probabilidad de supervivencia individual es poca. Es tan elevado el riesgo de apostar por algo muy concreto, incluso cuando crees que «tienes el control» (porque «yo sé gestionar» o porque «yo conozco el negocio» o porque «yo soy un genio») que lo más aconsejable es multiplicar las apuestas.
Lo interesante es ver cómo podemos trasladar esta filosofía de «portfolio», este «repartir los huevos en distintas cestas», a nuestro ámbito individual. Por ejemplo, diversificando nuestros conocimientos y áreas de experiencia, o ampliando nuestros círculos sociales. Siempre habrá quien diga que de esta forma tendemos a la superficialidad («quien mucho abarca poco aprieta», o el «aprendiz de mucho maestro de nada»), y sin duda es algo que obliga a un mayor esfuerzo (es más fácil profundizar en algo que ya conocemos que empezar de cero con una nueva materia; igual que es más cómodo pasar el rato con los amigos de siempre que lanzarse a conocer amigos nuevos), pero por otro lado es la forma de abrir el abanico de posibilidades y de alternativas en el futuro.

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