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Una rutina contra el aprendizaje desordenado

Cuando hace unos días reseñaba una charla sobre aprendizaje, uno de los puntos que más me llamó la atención fue precisamente uno que se suele pasar por alto: la importancia de consolidar lo que uno aprende. Efectivamente, muchos métodos se centran en «dar el temario» y se olvidan precisamente de lo importante que es «no olvidar». La metáfora del grifo que echa continuamente agua a la bañera sin fijarse en lo que se va por el desagüe.
Dentro del aprendizaje, tal y como yo lo entiendo (y es obvio que no soy un experto), hay tres fases importantes:

  • El consumo: consiste en la recopilación de información. Lees un libro, escuchas una charla, ves un tutorial en youtube… el caso es que hay elementos nuevos que llegan desde el exterior a tu cabeza.
  • El entendimiento: es el procesado de la información que consumes. Se trata de filtrarla, priorizarla, darle sentido, analizarla, asociarla, sintetizarla, completarla. Es el trabajo necesario para «interiorizar»
  • La memorización: en la fase de entendimiento estamos trabajando con la memoria a corto plazo. Es a lo que estamos dedicando nuestro foco inmediato. Sin embargo, en un momento dado debemos dejar de trabajar en esa información y pasar a hacer otras cosas. Pero es fundamental ser capaz de recuperar ese trabajo más adelante, bien para poder seguir trabajando en él, o bien para sacarle partido. Este viaje de la memoria a corto plazo a la memoria a largo plazo es esencial. Y no, esto no significa «estudiar de memoria» (que para mí supondría saltarse la fase de «entendimiento»), sino completar el estudio de forma racional.

Tony Buzan, en su libro «Use your head», hacía una defensa del proceso de «repasar» como método para consolidar el conocimiento en la memoria a largo plazo. Según él, el aprendizaje que no se repasaba sufría un deterioro de casi el 80%. Es decir, si simplemente nos quedamos en la primera y segunda fase del aprendizaje, las cosas se nos olvidan. Sin embargo, con una rutina de repaso podemos traspasar el conocimiento a la memoria a largo plazo y aprovecharlo prácticamente al completo, tanto de forma directa como para que sirva de vínculo a nuevos aprendizajes.

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Reflexionando sobre estos temas, me doy cuenta de cuántas veces nos sometemos a un aprendizaje desordenado. Consumimos mucha información a salto de mata (¿cuántos libros lees? ¿cuántos artículos? ¿cuántas charlas? ¿de cuántas temáticas distintas?), la elaboramos entre poco y nada (¿cuánto tiempo dedicamos a resumir, esquematizar, integrar con el conocimiento previo… todo aquello que consumimos?), y recordamos menos. Consecuencia: un montón de tiempo y esfuerzo que nos deja un rédito escaso.
Creo que tenemos (desde luego yo sí) un enorme margen de mejora. Lo bueno es que esa mejora es fácilmente alcanzable. Es solo cuestión de poner un poco más de foco (hacer un consumo consciente de información… ¿qué quiero aprender? ¿qué fuentes me lo pueden proporcionar?), trabajo (ese material que consumes hay que moldearlo para interiorizarlo) y rutina (para consolidar el aprendizaje).

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