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Formación: ¿quién puede marcar el ritmo?

El otro día llegaba, vía un enlace de Homo Minimus, a un post en el que se hablaba del «fracaso de los MOOCs» (Massive Open Online Courses… o sea, los cursos por internet a los que te puedes matricular tú mismo). Según las cifras, sólo un 4% de los alumnos terminan los cursos… vaya por dios. Y sin embargo, lo que me gustó fue un comentario del propio Homo Minimus, que venía a decir:
«¿Verdadera dificultad de los MOOCS? Mantener la motivación y ser capaz de aprender autorregulando el propio aprendizaje sin necesidad de mandatos, notas o coacciones académicas. El problema no está en los MOOCS, sino en la gente que no se hace dueña de su destino educativo o que no sabe o no quiere mantener el esfuerzo.«
Es decir: tenemos a nuestra disposición un sin fín de recursos para formarnos, más que nunca en toda la historia de la humanidad. Están ahí, al alcance de nuestras manos, a un click. Sólo tenemos que ponernos a ello. Y sin embargo, en la medida en que depende de nosotros, es difícil sacarle partido. ¿De quién es la culpa?
Hace tiempo reflexionaba sobre mi propia experiencia como «profesor» y me centraba en el hecho de que uno no enseña, sino que son los alumnos los que aprenden. Y aprenden lo que quieren, cuando quieren, y como quieren. Es más, si no quieren… da igual el formato de la «enseñanza».
Recientemente estamos trabajando en una plataforma de formación online para todo nuestro colectivo de empleados. A su disposición hay materiales, videos, descargables, foros… en fin, el lote completo. Por supuesto, nos asaltan dudas… «¿y si los empleados no entran? ¿no habremos hecho este esfuerzo para nada?». Pero el problema no está en el medio, sino en el origen. Si resulta que los empleados no tienen interés por entrar, no tienen interés por incrementar su formación y su capacitación… mal vamos. Sí, es verdad, en una plataforma online resulta más evidente («uy, qué pocos accesos»). Corres el riesgo de pensar que «pues nada, les convoco a todos a formación presencial, paso lista, y así me aseguro de que por lo menos reciben la formación». Y sí, puede que la «reciban», y puede que tus estadísticas de «personas que han recibido la formación» sean muy boyantes. Pero si no tienen interés, la probabilidad de que les resulte provechosa tiende a cero. Sí, estarán sentados durante dos, cuatro, ocho horas oyendo lo que un fulano les cuente porque les obligas… y aquí paz y después gloria. O sea, que no debemos equivocarnos y pensar que «formación recibida» es «formación real».
En otras discusiones similares, cuando hablamos del interés, ha salido un argumento: «es al empresario al que le interesa que la gente esté formada». Hombre, pues sí, claro. Cuanto mayor capacitación tenga tu gente, mejor hará su trabajo: más productivo, menos errores, más creatividad, más valor. Sin embargo, esta visión me resulta sorprendentemente parcial. La formación es probablemente una de las cosas más valiosas que una persona puede sacar de su relación laboral. Aprender cosas nuevas te mejora como profesional y ser un mejor profesional incrementa tu valor en el mercado, tu empleabilidad tanto interna como externa. Es de las pocas cosas que te vas a llevar en tu mochila el día que cambies de trabajo. Por lo tanto, despreciar las oportunidades que te ofrecen pensando que «esto no va conmigo» me parece que es un mal negocio.
Tampoco rehuyo, por otra parte, la autocrítica. Cuando planteamos formación a empleados… ¿diseñamos los contenidos pensando en ellos (en lo que ellos necesitan aprender, en su nivel de conocimientos actuales, en los canales que pueden usar, en lo que pueden aplicar en su trabajo), o en nosotros? ¿Les preguntamos alguna vez «qué te gustaría aprender», o es nuestra visión egocéntrica la que dice «yo sé lo que necesitáis, y os lo doy»? ¿Les estamos dando valor real, o solo cubrimos el expediente? ¿Les damos libertad real para elegir? ¿Incentivamos de alguna manera el esfuerzo?
En fin, son cosas a las que últimamente le doy vueltas. La formación, la capacitación profesional, es un negocio mutuamente beneficioso para empleador y para empleado. Algo a lo que se dedican cantidades ingentes de recursos a lo largo del año. Y cuyo aprovechamiento tiene, sospecho, un amplísimo margen de mejora.

6 comentarios en “Formación: ¿quién puede marcar el ritmo?”

  1. Hay un libro que he empezado, muy bueno, que habla sobre… digamos… el aprendizaje de los adultos. Se llama «The Adult Learner»; trata sobre todo de teorías de formación pero te puede dar una idea sobre por qué se forma un adulto y de qué forma quiere hacerlo. Es caro, así que para lo que quieres igual te interesa mirar en una de esas librerías económicas de internet y revisar los capítulos que veas más interesantes. Te recomiendo que le eches un vistazo, o al menos que la gente de formación lo haga (puedes también bucar más información sobre «andragogy»)
    Por otro lado, respecto al 4% de los MOOC. Supongo que ya se habrá dicho, pero te doy mi experiencia: yo formo parte de muchísimos de esos 96% que no acaba los cursos. ¿Por qué? ¿Falta de responsabilidad? Pues no. A algunos cursos, me apunto y luego veo que no me interesan o son muy malos y abandono: no quiero perder mi tiempo con cosas que no están en mis objetivos. Otros, simplemente los descargo y me los dejo para cuando me vengan bien: no hago las actividades, pero tengo toda la información y me resultan muy útiles (por ejemplo, ahora mismo estoy con uno de EdX de mobile development cuya carga lectiva no puedo asumir, pero que cuando llegue el momento veré, repasaré y aprovecharé en la medida de lo posible). Te digo todo esto porque habría que plantearse dos cosas: el indicador de no finalización, ¿es cosa de los alumnos que no se preocupan por su futuro?¿es cosa de los profesores que son malos? ¿O es que los alumnos se preocupan por su futuro y sólo hacen lo que les interesa? La otra pregunta es: ¿realmente el indicador de no finalización indica que el alumno no haya aprovechado el curso?
    Luego, otra cosa. Dices que estáis haciendo una «plataforma de formación online para todo nuestro colectivo de empleados». Dilo bien: estáis haciendo una «plataforma de formación online para formar a todo vuestro colectivo de empleados». Que no es lo mismo.
    Y ya para no enrollarme más. Formarte te mejora como profesional e incrementa tu valor en el mercado. Pero las personas no quieren aumentar su valor en el mercado, lo que quieren es aumentar su potencial y sacar lo mejor de sí mismas. ¿En qué ayuda esa formación a sus objetivos personales, a sus sueños, a convertirse en las personas que quieren ser? Mi experiencia en formación empresarial es que: en nada.
    También, en el libro que te he comentado, dice algo muy interesante que igual te puede ayudar a plantear la formación. Dice que un adulto se forma cuando tiene necesidad de resolver un problema, y se formará en la medida en que detecte que lo que está haciendo soluciona ese problema. ¿Está la formación que estáis haciendo planteada así? En mi experiencia, es la empresa la que tiene un problema y lo quiere solucionar formando empleados. Así no funciona la formación de adultos.

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  2. La única manera en la que la formación puede funcionar es que sea algo que provenga de la persona que quiere aprender. Con la excepción de formaciones muy muy específicas (taller para aprender la nueva herramienta de contabilidad o aprender cómo se empaqueta el producto de tu empresa)
    Creo sinceramente que funciona mucho mejor que haya un presupuesto, pero que la formación a recibir sea sugerida por quienes van a recibirla que por «dirección». Claro que para eso hay que tener gente que le interese aprender, que no siempre es el caso, claro…

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  3. Mira, te cuento otra de formación:
    Hace poco, vi un curso a distancia de programación Android que me interesaba. Me comentaron que lo podía hacer con los créditos de formación de mi empresa, que hablara con ellos.
    Hablé con la empresa para ver si podía hacer uso de esos créditos y me dijeron que «nada, el presupuesto de formación nos lo quedamos todo nosotros y somos nosotros los que preparamos los cursos».
    Los cursos a los que la empresa me ha convocado son de nulo interés para mi y encima malísimos.
    Que me vengan a contar que el problema es del empleado que no pone interés en formarse.

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    • Gracias, yabu, por tus puntos de vista. Como decía en el post, no rehuyo la autocrítica. Estoy de acuerdo en que el enfoque que se da a la formación corporativa no es, en muchos casos, el correcto. No se piensa en el «formando», no se le pregunta lo que necesita, no se le dan facilidades… eso sí, luego esperamos que a «toque de corneta» todo el mundo se capacite.
      Me apunto el libro que sugieres. Seguro que tiene chicha.

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