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De la gran consultoría al mundo real

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El otro día tomaba algo con un antiguo compañero de fatigas de épocas pasadas, de cuando yo era «consultor de postín». En el habitual rato dedicado a repasar «qué fue de…», él me transmitía su sensación de que, de aquella época, había una serie de personas «prometedoras» (por trabajar bien, por tener la cabeza bien amueblada) que, a su parecer, con el paso de los años se habían quedado un poco estancadas en su progresión profesional.
Me hizo pensar. Es probable que tenga razón. Pero es que creo que su visión de «alguien prometedor» está muy sesgada. Y me explico.
El mundo de las grandes consultoras es un mundo muy especialito, un ecosistema muy protegido en el que es fácil «ser prometedor». Allí, cuando llegas, no tienes más que preocuparte de aprender (y hay una estructura especialmente diseñada para ello: te meten en un equipo con personas con más experiencia que te van soltando la cuerda poco a poco, a medida que tú vas respondiendo) y de ejecutar proyectos (con el mismo esquema de supervisión). Por lo demás (y no es poco), no tienes otras responsabilidades. No tienes que vender proyectos (para eso hay una maquinaria de socios y gerentes que son los que se encargan de ello), no te tienes que preocupar de gestionar la rentabilidad de las operaciones (idem). Y, en general, tampoco te tienes que preocupar demasiado por la implantación real de tus proyectos: es un mundo en el que hay mucha consultoría «de salón», de ideas plasmadas en estupendos powerpoints.
En este entorno, como decía, es fácil que alguien a quien le funcione medianamente bien la cabeza (y para eso también hay un filtro en la selección) pueda destacar, incluso brillar. Y es fácil caer en la complacencia.
Pero llega un día en que ese mundo, en gran medida artificial, desaparece. Esas habilidades que un día te habían servido para destacar ya no son suficientes, y en algunos casos ni siquiera son necesarias. Empiezas a tener que mancharte las manos de barro, en la implantación real de proyectos, donde las ideas muchas veces son lo de menos y hay que trabajar la parte política, motivacional, relacional… Los proyectos y los trabajos ya no vienen solos, sino que hay que pelearlos. Los recursos no son ilimitados, sino que hay que hacer malabares de todo tipo. Etc…
Del mismo modo que hay personas que destacan en su vida académica pero que luego no obtienen un rendimiento similar en su vida laboral, destacar en el mundo de la gran consultoría no es necesariamente un buen predictor de éxito en el resto de tu carrera profesional.
Sirva esto como alerta a quienes crean que, por el hecho de entrar en el mundo laboral en uno de estos ecosistemas, ya lo tienen todo hecho. Sí, adquieres una serie de habilidades nada despreciables, pero luego no siempre son necesarias ni suficientes. Así que no te duermas en los laureles, no descuides el resto de tus habilidades. Que el día que sales de ese mundo, te harán falta.

1 comentario en “De la gran consultoría al mundo real”

  1. ¿Es posible que esto no sea más que el viejo Principio de Peter? Es decir, tenemos a pensar que la gente que es buena en los escalones bajos va a ser buena en los escalones altos, y eso no es necesariamente así…
    Llevo unos días con la siguiente idea en la cabeza. Cada vez que un desarrollador (programador) «da el salto» a la gestión, no puedo más que sentir tristeza.
    Porque, en mi experiencia, encontrar buenos desarrolladores es más difícil que encontrar buenos gestores… Y, bueno, yo fui un consultor/gestor no demasiado bueno y me volví a la casilla de desarrollador con lo que creo fue éxito…

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