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Man on wire: el poder de la pasión

Anoche estuve viendo Man on Wire, una película documental de 2008 (ganadora de múltiples premios, incluyendo el Óscar) que llevaba tiempo pendiente. Narra la historia de cómo el funambulista francés Philippe Petit preparó y ejecutó en 1974 lo que para él fue «el golpe» («le coup»); tender sin que nadie se diera cuenta un cable de acero entre las dos recién construídas «Torres Gemelas» de Nueva York, y realizar su número de equilibrismo a 450 metros de altura.
Me acerqué a la peli con curiosidad; ¿cómo podía una película sobre un funambulista haber tenido tanta «chicha»?. Y sin embargo, la tiene. Mezclando entrevistas actuales con imágenes del pasado y reconstrucción dramática, la película nos sumerge en los planes de Petit, desde su concepción como un sueño antes incluso de que las torres estuviesen construídas a su ejecución con la ayuda de un variopinto grupo de colaboradores.
Lo que más me llamó la atención (*) fue, sin duda, el componente pasional de la aventura. Petit narra cómo desde el momento en que ve en una revista una noticia sobre el proyecto de las torres, la idea de cruzarla se convierte para él en un sueño, en una obsesión de nivel tal que no se le pone nada por delante hasta que consigue ejecutarla. Esa pasión, que podría interpretarse cercana a la locura, que le hace no ya realizar el número en sí mismo (como si caminar por un cable de acero a 450 metros de altura no fuera ya locura suficiente), sino dedicar meses y meses a una complicada planificación que incluía colarse una y otra vez en las Torres Gemelas para investigar, reclutar un grupo de colaboradores arrastrándolos a su locura y escenificar un plan «de película» para introducir y montar todo el material necesario sin que nadie se diera cuenta. Y lo más fascinante era comprobar cómo, 35 años después, los protagonistas de la aventura (y especialmente Petit) hablaban todavía con una increíble chispa en los ojos de todo aquello.
La pasión como combustible fundamental de la acción. Cuando a alguien se le mete en la cabeza algo a este nivel de profundidad, no hay nada que se le ponga por delante. O, como dice la sabiduría popular, quien de verdad quiere algo encuentra un camino; el que no, encuentra una excusa.
Y en realidad, uno ve la peli y envidia no tener ese punto de locura.

«To me it’s really so simple that life should be lived on the edge of life; you have to exercise rebellion. To refuse to take yourself to rules, to refuse your own success, to refuse to repeat yourself… to see every day, every year, every idea as a true challenge…. and then you are going to live your life on the tight rope»

(*) Dos cosas que también llaman la atención: es una peli difícil de ver para gente con vértigo (ufff). Y en cierto modo estremece ver las torres gemelas construyéndose… sabiendo todo lo que vino después.

2 comentarios en “Man on wire: el poder de la pasión”

  1. La ví hace unos meses y además de esas «impresiones» de las que hablas como el vertigo y la historia de las torres, yo le sumé el hecho de haber estado ahí, en la terraza de la que no tenía la antena ( nunca recuerdo si era la norte o la sur ).
    Esa sensación se multiplicó por 10. Te lo aseguro.

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