Me llamo Raúl y me gusta compartir ideas, reflexiones y herramientas para tener una vida más sencilla, equilibrada y significativa. Cientos de personas ya se han suscrito a mi newsletter semanal gratuita. Más información, aquí


Aprendiendo coaching: semana 3

[Esta entrada corresponde a la serie «Aprendiendo coaching«, dentro de la iniciativa «Mis aprendizajes«]

Objetivo de la semana

El objetivo de esta semana era consolidar las ideas del libro de «Ontología del lenguaje» de Rafael Echeverría, y plantear siguientes pasos.

Qué he hecho

  • Dediqué un par de sesiones de aprendizaje a repasar mis notas sobre el libro de Echeverría. Con una hoja en blanco, intenté ir conformando un esquema básico que fuese relacionando lo que para mí eran las ideas clave. La verdad es que vino bien dejar pasar unos días de «asentamiento» de ideas, porque al revisar las notas tuve la sensación de que los «conceptos importantes» afloraban con más facilidad.
  • Empecé a leer el libro Coaching de John Withmore. Desde luego el enfoque es distinto, más «anglosajón» en términos de ir directo al grano. Estoy haciendo un esfuerzo consciente por conectar ideas entre los dos libros.
  • Tuve una charla con Alberto, en la que hablamos de varias cosas interesantes, tanto de «el coaching» como proceso… como sobre mi enfoque de aprendizaje. Ahí, metiendo el dedo en la llaga.
  • En general fue una semana un tanto difusa. Por un lado tenía en el horizonte inmediato dos «bolos» (un curso y una conferencia) que me tenían inquieto (no sólo el trabajo de prepararlos, si no la incertidumbre de si saldrán bien, etc…). Y por otro tengo que reconocer que la actualidad «secuestró mi atención» más de lo que me hubiese gustado y, aunque hice intentos por redirigir mi foco, no lo conseguí y me vi arrastrado a una vorágine de leer cosas, rumiar, dar mi opinión, debatir… que no me aportó nada positivo. Afortunadamente creo que fue una válvula de escape que he conseguido acotar.

Aprendizajes

  • Creo que fue útil «dejar reposar» los contenidos del libro antes de apresurarse a ponerlos negro sobre blanco. La sensación es que hay un «punto dulce» donde el aprovechamiento del contenido es ideal. Si lo hacemos demasiado pronto, podemos tender a meter demasiados «detalles» que en realidad no son clave, o a encajar conceptos que no acabamos de entender del todo bien. Pero tampoco se puede aplazar el momento «sine die», porque entonces la curva del olvido hace su efecto.
  • Hablando con Alberto, usó conmigo (y luego me explicó) la idea de usar el «mundo interpretativo» del coachee para trabajar con él. Cuando una persona utiliza unas palabras, unas metáforas… está trasladando un sentido. Si tomamos esas metáforas y las reformulamos, conseguimos aportarle una serie de distinciones adicionales de forma muy directa. Me recordó al judo y otras artes orientales, donde se utiliza el impulso del contrario para ejecutar tus llaves.
  • Llegué a «acuñar» una imagen visual propia para el concepto de «distinciones», pensando en la resolución de las pantallas de los ordenadores antiguos. Si tenías una pantalla antigua, con una resolución de 320×200 de fósforo verde, lo que puedes ver en la pantalla y los detalles y matices que puedes apreciar son limitados. Pero a medida que la resolución de la pantalla crece, y la paleta de colores crece, tu capacidad para ver más cosas y apreciar más matices también lo hace.
  • Estuvimos hablando sobre la «asepsia» del coach, y hasta qué punto es un ideal factible o no. Me habló de la metáfora de «la radio», ese ruido de fondo que el coach puede detectar durante las conversaciones de coaching que proviene de sí mismo, y de qué hacer con ello (básicamente planteaba dos acciones: o «apagar la radio», es decir, identificar y eliminar ese ruido de fondo… o «poner la radio encima de la mesa», es decir, verbalizar esas interferencias con el coachee). En todo caso me sirvió para despejar una inquietud que yo tenía (la sensación de que es difícil, si no imposible, ser totalmente «transparente»). El coach siempre va a tener una cierta distorsión, y lo que tiene que aprender es a detectarla y a minimizarla.
  • Alberto no sólo me está ayudando a guiarme por los «contenidos» del coaching, sino también haciendo de coach conmigo. En este sentido, la sesión del otro día me hizo ver con claridad algo que sucede conmigo en términos de aprendizaje (y creo que extrapolable a más ámbitos). Al acabar el libro de Echeverría, mi mente pedía «bueno, y ahora dame otro libro que me pueda leer, del que pueda tomar notas, hacer esquemas…». Es ahí donde me siento cómodo, con un conocimiento «manejable» para mi mente, algo que pueda hacer «yo conmigo mismo». El problema es cuando Alberto me dijo «bueno, pues ahora lo que tendremos es que ir poniendo en práctica; por ejemplo, hacer de coach en una sesión con alguien que yo pueda observar para darte feedback». Noté mi cuerpo poniéndose en guardia: nudo en el estómago, tensión (esa conexión lenguaje-cuerpo-emoción)… mi mente buscando justificaciones para evitarlo… Fue interesante observar esa reacción, observar mis justificaciones. Estuvimos trabajando en ello durante un rato. Y eso me hizo experimentar el coaching «desde el otro lado». Porque claro, un proceso de coaching (si realmente entra donde tiene que entrar) va a llegar a esos puntos de conflicto, de resistencia; intuyo que es ahí donde está la ganancia, en el momento en el que el coachee toma conciencia de cosas que están ahí y se enfrenta a la tarea de tener que cambiarlas. Y ahí estoy, sumergiéndome en esa nueva «distinción» que he adquirido sobre mí mismo, acostumbrándome a ella, viendo sus implicaciones, viendo cómo me resisto, notando cómo reacciona mi cuerpo…
  • Estuvimos hablando de lo que es el «core» del coaching, y de la «herramientitis». De cómo hay una serie de herramientas (dinámicas, etc.) que suelen vincularse con los procesos de coaching. Y de que esas herramientas pueden ser útiles en algunos momentos, pero que hay riesgo y tendencia a poner demasiado foco en las herramientas cuando lo importante, lo básico, lo realmente relevante… es la conversación. Y de cómo es habitual que en el mundo del coaching la gente se esconda detrás de las herramientas para no afrontar la esencia.
  • Un tema que me llamó la atención fue el del «condicionamiento«. Cómo tendemos a reaccionar de forma siempre igual ante determinados estímulos, y cómo se trata de respuestas aprendidas (y reforzadas al cabo del tiempo) y cómo es posible cambiar ese condicionamiento (un proceso de «desensibilización») mediante la atención a las reacciones, la exposición progresiva en entornos controlados, etc… Estas reacciones, que pueden ser más evidentes con algunas fobias (el típico «miedo a las arañas» o el «miedo a volar») en realidad están presentes en muchos ámbitos de nuestras vidas…
  • Hubo un par de situaciones, a lo largo de la semana, en las que intenté ponerme el «gorro de coach» y me di cuenta de lo difícil que es. Quizás es que fui a escoger las situaciones más difíciles (p.j. con mis hijos), donde más complicado es dar un paso atrás, no involucrarse, no tener una agenda propia, respetar la autonomía del otro, dejar que cada uno tome sus propias decisiones… Pero sospecho que eso está presente en casi cualquier proceso de coaching.
  • En ese sentido, ya leyendo el libro de Withmore, uno de los temas que plantea es el «rol del experto», y cómo a veces ese «ser experto» en una determinada materia es un impedimento para ser un buen coach. Porque si tú «tienes la solución» (obviando ya el debate de si realmente existe «una solución», o simplemente es un juicio que haces sobre ti mismo que puede ser más o menos fundado), te resulta muy difícil tener la paciencia de dejar que la otra persona avance a su ritmo, explore y llegue a sus propias conclusiones (que pueden ser las «correctas» o no, según tu criterio de experto). Ese «morderse la lengua» es una habilidad clave, porque en el momento en el que entras y «tomas el control» o intentas dirigir a la otra persona hacia un sitio distinto, la probabilidad de que el otro se inhiba es muy elevada. Me recordó a Schein y su «humble inquiry».
  • Withmore plantea dos conceptos fundamentales: awareness + responsibility. El objetivo del coaching es que la persona «se dé cuenta» por sí misma de las cosas, ya que es desde ahí desde donde será capaz de tomar decisiones distintas a las que venía tomando. Y solo tiene sentido si esas decisiones son fruto de su elección y de su compromiso. Entonces sí se producen los cambios.
  • Withmore habla de un esquema básico de input-process-output, que relacioné rápido con Echeverría. Nosotros percibimos una realidad, y lo hacemos desde nuestra perspectiva y con nuestras distinciones. En base a eso, la procesamos (de acuerdo a un conjunto de juicios y creencias más o menos fundados), y respondemos en consecuencia. Si cambiamos los inputs (bien porque seamos capaces de mirar las cosas desde otras perspectivas, bien porque miremos con más atención, bien porque aprendamos a ver con un nivel mayor de detalle y matices), y prestamos más atención al proceso (los juicios que hacemos, si están más o menos fundados), el abanico de opciones del que escoger nuestra respuesta cambia.

Qué ha ido bien

  • Iniciar el libro de Withmore
  • La conversación con Alberto, que puso encima de la mesa algún tema relevante que tengo que trabajar para desbloquear el siguiente nivel.

Qué podría ir mejor

  • El foco ha estado disperso, y eso ha provocado que haya dedicado menos tiempo del que inicialmente me había planteado.
  • Sigo sin haber pasado las ideas clave a unas «flashcards» que me ayuden a mantenerlas frescas. No debería demorarlo más.

Para la próxima semana

  • Estoy haciendo esta revisión de la semana ya en el jueves de la semana siguiente… me temo que me quedo sin mucho margen. Seguiré leyendo el libro de Withmore.
  • Alberto me planteó hacer un ejercicio de visioning. Voy a ver (¡ja!) si le doy una vuelta.

Deja un comentario