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Einstein y el secreto del aprendizaje

Albert Einstein, quizás el científico más icónico de todos los tiempos, también era un padre preocupado por la educación de sus hijos.

Así, en una carta a uno de ellos, cuando tenía 11 años, se muestra encantado de que al niño le guste el piano, y le hace la siguiente recomendación:

«En el piano, toca sobre todo aquello que te apetezca, aunque no sea lo que el profesor te mande. Así es como más se aprende, cuando haces algo disfrutando tanto que no notas el paso del tiempo. Yo mismo a veces me concentro tanto en mi trabajo que se me olvida comer…»

Einstein se refiere así a lo que más tarde el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi describiría como «estado de flujo», esos momentos deliciosos donde se produce un equilibrio perfecto entre nuestras habilidades y el reto al que nos enfrentamos, y en los que nos sentimos plenamente integrados con la tarea que tenemos entre manos.

Cada vez son más los indicios que apuntan a que un cerebro involucrado aprende más y mejor. Y en consecuencia los métodos pedagógicos cada vez se centran en dar más participación y responsabilidad al «aprendiz» en el proceso de aprendizaje, en las que el juego y la diversión toman un mayor protagonismo, tratando de adaptarse a la manera en la que el cerebro aprende.
Pero, siendo esto así, tampoco debemos caer en el riesgo de pasarnos al otro extremo, y considerar que todo el aprendizaje debe ser divertido y placentero y que, si no, hay que descartarlo. Porque la realidad es que a veces toca tirar de esfuerzo y de sacrificio, y más nos vale estar preparados para afrontar ese equilibrio si no queremos frustrarnos a las primeras de cambio.
¿Significa esto que Einstein no tenía razón cuando aconsejaba a su hijo? Depende de si consideramos su planteamiento como un absoluto o como un relativo (<-- atención al chiste :D). Siempre está bien introducir el disfrute dentro del proceso de aprendizaje; el problema viene si aspiramos a que todo sea disfrutar, y decimos (por ejemplo) que no hay que hacer caso al profesor cuando nos plantee un ejercicio que nos resulte aburrido, o que no debemos perseverar a la hora de afrontar un ejercicio que se nos resiste, o que no debemos estudiar con esmero una pieza musical antes de ser capaces de tocarla por puro placer, o que vamos a limitarnos a repetir una y otra vez aquello que nos hace sentir bien sin exponernos fuera de la zona de confort para seguir creciendo.
Como ya dijo Aristóteles, «en el término medio está la virtud».
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2 comentarios en “Einstein y el secreto del aprendizaje”

  1. Efectivamente, es cuestión de no pasarnos al otro extremo. Encontrar la dosis adecuada. Intentar hacer la mayor cantidad de cosas que nos gusten, pero también aceptar que hay cosas importantes para aprender que no necesariamente son divertidas. Me quedo con esta idea: «Siempre está bien introducir el disfrute dentro del proceso de aprendizaje; el problema viene si aspiramos a que todo sea disfrutar». Estamos, como ya sabes, en sintonía.

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    • Supongo que hay una tendencia, en todos los que «venden una moto», en forzar el argumento de que su moto es la buena y no lo que había antes. Cuando al final (por pura lógica) todo es una evolución en la que «lo nuevo» y «lo viejo» no hacen más que fluir, combinándose. Por otro lado, tengo la sensación de que muchas veces tenemos un síndrome de Adan, como si fuéramos los primeros humanos que se han preocupado por determinadas cosas, y todos los que vinieron antes que nosotros (40 años, 400 o 4000) fuesen unos zoquetes…

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