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No empieces una charla hablando de ti

Hace algún tiempo asistí a una conferencia. El ponente comenzó contando algunas cosas sobre sí mismo. «He hecho proyectos por prácticamente medio mundo: España, México, Estados Unidos, en media Europa, en…». Continuó hablando de los sectores en los que había trabajado, «casi en cualquier sector que os podáis imaginar: finanzas, industria, hostelería…». Pantalla de logos de un montón de empresas. Añadió menciones a los libros que había escrito, los eventos en los que había estado… Sí, aquí estoy yo, y he venido para compartir mi experiencia y mis conocimientos con vosotros.
No me gustó. Ya no entro a cuestionar hasta qué punto lo que allí contaba era más o menos verdad (aunque yo tiendo a ponerme en alerta cuando alguien se esfuerza mucho en contarme lo bueno que es y el montón de cosas que ha hecho), simplemente me parece una forma errónea de empezar una charla.
Sé, claro, cuál es el objetivo. Posicionarse en tu mente como «el experto», y así condicionar tu percepción de los contenidos de la charla. «Si lo dice él, que es el experto, será verdad». Principio de autoridad (la misma razón por la que en los anuncios de televisión ponen a un señor de bata blanca para venderte un producto, «uy, si lo dice un científico…»), con un poquito de «social proof» (si le han contratado todas esas personas, si ha trabajado con todos esos clientes, yo también debería…)
Sin embargo, creo que dedicar un bloque de varios minutos al inicio de la charla para jugar esa carta establece una barrera con la audiencia. Soy de los que cree que los protagonistas de las charlas son los asistentes, no los ponentes. Que lo que importan son sus situaciones, sus problemas, no tú. Que se trata de montar una narrativa en la que tú no eres más que el vehículo. Si eres tan bueno, si tienes tanta experiencia… con más facilidad podrás articular un discurso que capte la atención, que dé en el clavo, con el que se sientan identificados, de forma muy orgánica sin necesidad de autoafirmarte al inicio. Porque además, cuando te pones en un escalón superior estás de alguna manera marcando las distancias, dificultando que te vean como a «uno de los nuestros». Eres el catedrático en su estrado, el cura en su púlpito. Escuchadme y hacedme caso, que por algo yo estoy aquí arriba y vosotros allí abajo.
Esto no significa que haya que renunciar a jugar con el principio de autoridad. Pero es algo que se puede hacer de forma más sutil, introduciendo un comentario casual aquí, metiendo una anécdota allá. Elementos secundarios, matices que enriquecen el relato sin restarle protagonismo. Porque lo importante, insisto, no eres tú; son ellos.. Y eso debería notarse desde el primer momento.

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