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Talento y esfuerzo: un modelo

Ayer leía un artículo en el que se contaba el «experimento» realizado con una persona «sin talento natural» a la que se enseñaba, a lo largo de un año (y de forma muy dirigida), a jugar al ping-pong. La pregunta que subyace a la anécdota es… ¿hasta dónde te puede llevar la mera práctica si careces de talento?.
Últimamente estoy dando bastantes vueltas a conceptos relacionados con el aprendizaje, y esa habilidad tan relevante que es «aprender a aprender«. ¿Puede uno, independientemente de su «talento natural», poner en práctica una serie de técnicas y metodologías que le permitan llegar lejos en el dominio de una determinada habilidad? Mi sensación (sensación informada, pero sensación al fin y al cabo) es que sí. Que el esfuerzo (la práctica) tiene mucho más peso que el talento a la hora de llegar al dominio de una habilidad.
He elaborado este pequeño cuadro con una «fórmula» que para mí recoge el impacto de cada uno de estos dos factores. Si disponemos de una cantidad de «talento natural» (medida del 0 al 10), y realizamos un determinado esfuerzo (medido también del 0 al 10), ¿cuál es el nivel que podemos alcanzar?

Esfuerzo vs talento

Cuando hablo de «esfuerzo«, no me estoy refiriendo a cualquier tipo de esfuerzo. El esfuerzo, para que resulte productivo, debe seguir unas determinadas metodologías, pautas, una secuencia, una guía… en definitiva, un proceso de aprendizaje focalizado, con mucho énfasis en la práctica deliberada. No es solo tiempo, también técnica. Pero es algo que está al alcance de cualquiera que esté dispuesto a hacer la inversión. Como dice esa anécdota que se le atribuye a Andrés Segovia, cuando alguien le dijo «maestro, daría la vida por tocar como usted» y respondió «eso es exactamente lo que yo di».
En cuanto a «talento«, me refiero a las habilidades naturales que cada uno tenemos. Porque sí, creo que cada uno estamos más dotados de forma natural para unas cosas, y para otras menos. Puede que nuestra coordinación sea mejor, o que tengamos mejor oído, o que se nos den mejor las matemáticas.
La cuestión es que creo que el «talento», por sí mismo, no lleva a nadie demasiado lejos. Cualquiera que haga un poquito más de «esfuerzo» que tú, por mucho talento que tengas tú y poco que tenga el otro, va a alcanzar un nivel superior al tuyo. Alguien sin ningún tipo de talento, pero con la cantidad y calidad de esfuerzo suficiente, puede llegar a alcanzar un nivel más que notable. Una conclusión en línea con lo que se ha venido a llamar «mentalidad de crecimiento»
En este sentido, creo que el talento solo marca la diferencia en el tramo final. Es decir, entre dos personas que han puesto el máximo de esfuerzo, será el talento el que acabe decidiendo la partida. Las dos serán extremadamente competentes, muy superiores al común de los mortales en el desempeño de esa actividad. Puede que incluso las diferencias entre ellos sean tan sutiles, tan de matiz, que resulten inapreciables para la mayoría. Pero solo uno será «el virtuoso»

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